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YOGA, EL ARTE DE NO COMPETIR

Vivimos en una sociedad donde pelear por ser él/ la mejor es un patrón de comportamiento habitual para sobrevivir. Competir constantemente con iguales para ser superiores o lanzar opiniones y juicios sobre lo que hacen los demás son armas del campo de batalla, la vida, donde todo vale.

La palabra competencia significa la capacidad de desarrollar algo, pero también la disputa entre varios seres por un mismo objetivo. Entonces es aquí donde surge en mí una dicotomía entre estos dos significados que me hacen sentir tristeza al ver que esto también sucede dentro del mundo del yoga, y no hablo a nivel alumnos/as, que también, sino a nivel de profesores/as, maestros/as, salas, escuelas, etc.

Cada vez son más las situaciones que se dan dentro de mi profesión donde competir y querer vencer a toda costa es prioridad, viendo a otros profesores como rivales o enemigos a los cuales descalificar, juzgar, opinar y obrar a mala fe contra ellos por el mero de hecho de querer ser superior. Entiendo que la sociedad donde vivimos es un caldo de cultivo donde retocar todo en las redes sociales para parecer perfectos, que nos han enseñado a pelear por todo y la palabra competir se ha convertido en normalidad, pero ¿en serio, esto también va suceder entre nosotros profesores de yoga? Señoras/es se nos ha olvidado nuestro deber, trasmitir una filosofía milenaria donde la no violencia, el respeto, la no competencia, la veracidad, la ética y la actitud correcta es nuestro ABC.

El significado de la palabra yoga ha ido evolucionando a lo largo de los años al igual que la historia. Así con el primer libro de los Vedas podríamos definirlo como disciplina. Más tarde en los Upanishad se define como control de los sentidos. El Bhagavad gita lo define como unión y el yoga clásico de Patanjali como alta concentración.

Si comenzamos con su primera definición disciplina y buscamos su significado “conjunto de normas de comportamiento para mantener el orden…”, aquí ya vemos que competir de manera desleal con semejantes no entra dentro de lo que significa yoga. Pero vamos a la siguiente definición, control de los sentidos, no dejar que mis ojos, boca, oídos, nariz y tacto recojan cosas que se apoderen de mí para levantar la bandera de mi verdad. Llegamos a una definición muy extendida (pero por lo visto solo de libro), la unión y aquí por más que busco no encuentro lugar donde encajar la disputa en querer ser mejor que otro profesor/ a. Por último, la que realmente más me interesa, alta concentración, aquí donde la mente se detiene y comprende que somos dos cosas diferentes, una mente creadora de un ego que se cree separado de todo y un ser espiritual que sabe que todos somos uno.

Soy una persona exigente consigo misma y perfeccionista que busca cada día salir de esos dos patrones y mejorar como persona, compartiendo con mis alumnos/as todo aquello que forma parte de mi vida y de mi experiencia. No tengo miedo a la competencia de otras salas, profesores ni escuelas porque lo que yo hago en mis clases solo es un reflejo de mi vida y mi propio viaje interior utilizando el yoga como mapa, por lo tanto, imposible de ser plagiado ni de ser competencia de nadie. Agradezco cada sala nueva de yoga y escuela que se abre porque son señales de que el mundo se está dando cuenta que lo que trasmitimos puede ayudar a otros y acabar con el sufrimiento humano.

 Existen tantos profesores/ as como personas en el mundo. Los hay que tienen altares y los hay que no, los hay más hippies o más espirituales, los hay que gritan más o son más inflexibles y los que casi no sé escucha su voz en clase, existen las más posturitas o los más fiesteros, aquellos que se creen gurús o iluminados y las que son tipo Virgen María. También están los que tiene mil títulos a distancia y los que solo enseñan lo que escuchan sin haberlo experimentado. Los que se formaron en su escuela y desvalorizan otras, o los que no son ni profesores de yoga. Algunos dan lecciones morales otros solo hablan de su experiencia, otros hacen de todo en sus clases menos yoga. He conocido a los más tradicionales y a los más modernos, a los más pacíficos y los más violentos, y déjame que te diga una cosa, cada año me pongo en manos de un nuevo profesor/a, en nuevas formaciones y de todos ellos he aprendido algo. Como dice Rafael Vidac “hasta el más ignorante tiene algo que enseñarte, hasta el mas sabio puede aprender algo de ti “.

Hoy más que nunca son necesarios profesores/ as de yoga, que sepan que no por dedicarte a ello te haces mejor persona, sino que son nuestros actos los que lo hacen. Necesitamos compañeros/as que sepan que en el yoga todos estamos aprendiendo y que este aprendizaje dura toda la vida. Almas amigas de profesión que no tengan miedo a la competencia. Personas que busquen ayudar a los demás utilizando el verdadero yoga, trabajando sus propios miedos e inseguridades, para así ser faros y ayudar a brillar a las demás.

Mi deseo para estas navidades es que el verdadero espíritu del yoga inunde el corazón de todos aquellos que los compartimos con otros seres, que asumamos nuestra responsabilidad y compromiso con esta milenaria ciencia, experimentando todo aquello que vayamos a compartir antes en nosotros mismos.

Silvia