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El yoga del comer

Existe un hambre emocional que nada tiene que ver con el hambre fisiológico, que no se pasa comas lo que comas, que surge como respuesta a carencias internas de las que debe responsabilizarse uno mismo.

No soy ninguna experta en nada ni pretendo sentar cátedra, tan solo quiero compartir y hablar desde mi experiencia para poder ayudar a los demás.

Son 45 años ya vividos, 16425 días, 394200 horas, se dice pronto, pero es lo suficiente como para contener miles de historias, sucesos y vivencias. Estoy muy agradecida de cada acontecimiento vivido ya que son parte de las asignaturas que tuve que aprobar y superar para poder acompañar hoy a los demás.

Soy de las que cree que, si solo dedicas tu vida aprender de los libros y no pones en práctica lo aprendido, somos muchos los que perdemos, pero que además si no has transitado primero el camino que vas a realizar de acompañante, no podrás ponerte en los zapatos del otro (cualidades que podríamos extrapolar a políticos y demás figuras que nos dirigen).

Hoy quiero hablaros de mi relación con la comida para poder trasmitiros que pretendo con esta sección o terapia de “EL YOGA DE LA COMIDA”.

Hubo un tiempo en mi vida en el que las fluctuaciones de mi mente, oscurecieron mi realidad, perdiéndome en las sombras, sin saber quién era, sin gustarme, sin conocerme, sin aceptarme, sin aprobarme, sin quererme, desvirtuando mi propia imagen de tal manera que no había nada en mí, ni física, ni mentalmente que me gustara de aquella Silvia.

Recorrí los suburbios de mi mente, buscando migajas de amor, aceptación y aprobación fuera de mí, lo que me llevó a tener relaciones tóxicas tanto con otras personas como conmigo misma. En esa carrera exhausta en recibir amor encontré una manera de conseguir despojos cariñosos del exterior asociados a la venta de una imagen distorsionada a la cual nos invita la sociedad actual. Para poder pagar el precio impuesto por mi mente en obtener esa imagen perfecta, tuve que pasar por las peores sombras y emociones del ser humano y lo único que yo podía controlar en aquel caos era lo que comía.

Un día cualquiera de aquel infierno que yo vivía (aunque desde fuera todo pareciese fantástico, trabajo, dinero, belleza, amistades, familia, hasta podría decirse que éxito en mi pequeña provincia), saqué la bandera blanca y pedí ayuda a mi familia, un médico le puso letras a todo aquello, anorexia nerviosa.

No existen vidas para agradecer esto y mucho más a mis hermanas y mis padres, siempre ahí pase lo que pase.

No voy a entrar en detalles de ese proceso, ni voy a describirlo, las redes están llenas de artículos sobre ello. Solo quiero compartir que fue el miedo de no saber quién era lo que me llevo ahí y que el yoga me sacó a flote siendo un antídoto natural contra la ansiedad y el miedo, y no es que el yoga te vaya a librar de esto para siempre y que no vayan aparecer en tu vida más, si no que si tienes yoga tienes una gran herramienta para combatirlas.



Gracias a esto descubrí que existe un hambre emocional que nada tiene que ver con el hambre fisiológico, que no se pasa comas lo que comas, que surge como respuesta a carencias internas de las que debo responsabilizarme yo misma. Este hambre es un tipo de ansiedad que nos hace comer, no porque tengamos necesidad, sino por problemas personales que no sabemos gestionar. Detrás de todo esto está la mala relación con una misma, con los demás, la insatisfacción en la vida, los altos niveles de estrés y auto exigencia, etc. Para poder saciar ese tipo de hambre emocional, necesitamos escuchar las señales internas y nutrirlas de otra forma que no sea con comida, y el yoga tiene herramientas para manejar la relación que tienes con el alimento. Herramientas como la respiración, la relajación y el ejercicio.





El yoga nos enseña a vivir aquí y ahora y es ahí en el presente donde la ansiedad y el estrés no sobreviven, donde el hambre emocional no puede entrar.


Cuando le digo a las personas que existe un yoga del comer, me miran asustadas, imaginando que van a comer boca abajo, pero se trata de un comer consciente, poniendo atención al tipo de hambre que me visita, a que emoción está asociado, que pensamientos tengo cuando como, ¿el acto de comer lo realizo sentada o de pies?, ¿cómo lento o rápido?,¿qué pensamientos me vistan durante la comida?, porque no solo me alimento de lo que entra por mi boca sino también de lo que escucho, hablo y pienso.



Cuando uno está metido en el caos de la vida no es capaz de ver sus entresijos, pero si nos colocamos en una aptitud de testigo podemos dar un paso atrás y ver todas esa maniobras que la vida realiza para que lleves a cabo aquello que tienes que hacer, así veo yo hoy mi paso por ese episodio de mi vida donde la comida tomó protagonismo, ayudándome en mi trabajo actual tanto en Corpore Sano como coaching nutricional como en este nuevo espacio El bosque de Silvia, como acompañante del yoga del comer.

Namaste