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Ser yogui en occidente y no morir en el intento

Namaste: Han pasado casi 20 años desde que recibí mi primera clase de yoga como alumna y aún guardo ese recuerdo como algo extraordinario que cambió mi vida para siempre.

Acudí a clase como la mayoría de los occidentales, debido a un problema de salud y enseguida me volví adicta a su parte práctica por su repercusión física, mental y emocional en mí. Poco a poco fui aprendiendo su filosofía al darme cuenta que todo en la vida puede ser yoga y se trasformó en mi camino de vida. Quería encontrar calma en aquel momento de mi vida, y no solo hallé paz, sino que encontré la manera de vivir siendo coherente entre lo que pensaba, hacía y decía. Algo difícil de encontrar ahí afuera siendo un ser humano.

Hace tiempo que chirría en mí la incongruencia espiritual que existe en el mundo, pero veo que en este momento social, sanitario y político que estamos viviendo debido al Covid 19, esta incongruencia puede extrapolarse a la condición humana.

Nos quejamos de nuestros políticos, funcionarios, vecinos, parejas, familia, amigos o enemigos y sin darnos cuenta nos hemos instalado en la queja constante por todo y hacia todos, creyéndonos mejores si nuestro pecado es común en la sociedad.

Así me encuentro con gente que se queja de que nos roban los bancos, pero no se sonrojan al pasar por una caja de supermercado con un chocolate en el bolsillo, un cambio de etiqueta o intentar engañar a la cajera, que tendrá que poner el dinero que falta de su bolsillo al final de la jornada. O personas que dicen que los políticos mienten, pero luego llaman para cancelar una cita inventando una excusa. Otros a las que les ofende que la justicia no sea igual para todos y firman justificantes para realizar actividades que no están permitidas. Sin olvidarme de los que critican el funcionamiento de un país y luego no declaran lo que deben o abusan de los servicios del estado. Existen aquellos que juzgan a un colectivo y una vez dentro actúan igual que ellos porque lo hace la mayoría. También entre nosotros están las personas sensibles ante la violencia física que olvidan la violencia implícita en sus actos y palabras, o quienes defienden a un colectivo y se olvidan del resto de la humanidad. Están los que se quejan de los funcionarios, pero abusan de las bajas en sus trabajos o de los favores que algún amig@ funcionario les brinda. Personas que detestan lo concertado, pero lo utilizan, o defienden lo público de boca y sus actos son otros.

Y no me mal interpretéis que también soy humana además de yoguini y nosotros los yoguis no llevamos aro sobre la cabeza, aunque algun@s se vendan como iluminad@s. No quiero que nadie se rasgue las vestiduras ni que se sienta ofendido. No busco entrar en debate sino más bien pensar en voz alta, donde veo que todos hemos actuado consciente o inconscientemente de manera idéntica a todo eso que vemos fuera de nosotros.

Y no me mal interpretéis que también soy humana además de yoguini y nosotros los yoguis no llevamos aro sobre la cabeza, aunque algun@s se vendan como iluminad@s. No quiero que nadie se rasgue las vestiduras ni que se sienta ofendido. No busco entrar en debate sino más bien pensar en voz alta, donde veo que todos hemos actuado consciente o inconscientemente de manera idéntica a todo eso que vemos fuera de nosotros.

Creemos ser una cosa y luego en la intimidad demostramos ser otra. Y mi pregunta es:

¿Somos tan diferentes los unos de los otros?

Mi reflexión no busca respuesta, solo vernos como iguales sin buscar la diferencia. Un mundo donde podamos ver soluciones y no culpables. Donde podamos vivir juntos occidentales y orientales utilizando lo mejor que tenemos los seres humanos, nuestra capacidad de amar. Quizás siga siendo una soñadora empedernida, pero creo en un mundo diferente donde todos tengamos cabida, donde no importe si los demás mienten, roban, creen en dios o no, porque ya seremos juzgados si es que existe un juicio y alguien que nos juzgue, en esta o en la siguiente vida

Y sé que ese mundo es posible ya que yo soy parte de él, viviendo en el mismo entorno que me vio nacer hace 45 años, donde aún sigue siendo algo desconocido el concepto de yoga, asociándose a prácticas religiosas, ocultas, o incompatibles con el mundo occidental. Pero el yoga no es ninguna religión, ni te pide que profeses ninguna de ellas, y aunque su filosofía habla de dioses con cabeza de elefante y otros, yo soy occidental educada en una familia cristiana, por lo que mi mayor ídolo al cual considero yogui sigue siendo Jesús de Nazaret, del que me considero fan número uno. Sus dioses al igual que los nuestros solo pretenden traer el cielo aquí a la tierra. Su cuento es el mismo que el nuestro, solo cambian los personajes, el contexto y quien lo cuenta, pero el final es común, “Amaos los unos a los otros” (Juan 13:35).

Intento vivir la vida a través del yoga junto a mi educación cristiana, mis valores y principios éticos de manera congruente, pero ante todo sé que soy un alma dentro de un cuerpo y una mente humana, por lo tanto, de vez en cuando consciente o inconscientemente incongruente, perdonándome por ello e intentando sobrevivir siendo yoguini en occidente.

“Todos somos iguales ante los ojos de Dios”

 

Paz y bien